Familiares de La Cantuta: Memoria viva

El dieciocho de julio de 1992, nueve estudiantes y un profesor fueron secuestrados de las viviendas de la Universidad Enrique Guzmán y Valle por agentes encapuchados del grupo Colina, integrado por paramilitares que recibían órdenes del Servicio de Inteligencia durante la dictadura de Alberto Fujimori. Meses después, sus cuerpos serían encontrados quemados y enterrados.

Gisela Ortiz Perea: “El ambiente que se vivía en la universidad era bien peligroso”

Soy hermana de Enrique Ortiz Perea, un joven de veintiún años, estudiante del octavo ciclo de Educación Física de la Universidad Nacional La Cantuta.

Nosotros nos enteramos por el periódico que sacó una nota de denuncia el veinte de julio, una denuncia hecha por el rector. Una detención en un contexto de estado de emergencia que se vivía en la universidad como en muchas zonas de Lima, donde militares y la Policía tenían libertad para detener personas sin presencia del fiscal. Fui a la universidad a averiguar y la gente estaba bastante asustada, había desorden tanto dentro del internado de mujeres como en el de varones. Y era evidente que por el lado de los militares, quienes estaban controlando la universidad desde el año 1991. Había mucho silencio. Como era domingo, tampoco había muchos lugares donde ir a preguntar. Esperamos al lunes para ir a buscarlos a la comisaría, a la Dircote de ese entonces, a la Cruz Roja Internacional para poner una denuncia.

Luego ya empezó un proceso judicial de acción de amparo para que alguien nos dé una respuesta de qué es lo que había pasado. Nunca obtuvimos una respuesta, hasta el año 1993, cuando un grupo de militares, que eran comandantes, mayores y capitanes que estaban organizados y se llamaban COMACA presentaron una denuncia anónima al congresista Henry Pease detallando un poco lo que había ocurrido y también la existencia del grupo Colina que ya venía cometiendo otro tipo de crímenes como el de Barrios Altos, como el de los campesinos del Santa y que como ya decía la denuncia, era gente muy allegada a Vladimiro Montesinos. Ésa fue la primera información que nosotros tuvimos en marzo. Hubo más bien una investigación desde el Congreso, se forma una comisión investigadora para esclarecer lo ocurrido. Una comisión que termina con dos tipos de informe: uno del grupo de oposición, que decía que Montesinos tenía responsabilidad y que la Fiscalía investigue; y el otro informe del grupo fujimorista que decía que se habían autosecuestrado.

De manera paralela, mientras la comisión estaba entrevistando a los familiares y testigos, aparece una denuncia de la revista Sí de unas fosas que habían encontrado en Cieneguilla, que decía que había unos restos calcinados de personas enterrados de manera clandestina. La primera sospecha que todos teníamos era que eran restos de nuestros familiares. Luego ya hubo un proceso de identificación de las prendas y las llaves que ahí se encontraron, de Juan Mariños Figueroa, y luego en el laboratorio, de Amaro Cóndor. Y éstas fueron las evidencias que pudieron relacionar las fosas de Cieneguilla con el caso. Mi hermano fue encontrado en las fosas de Huachipa, que es el lugar donde mataron a las víctimas. Lo encontramos ahí en octubre de 1993, en un segundo proceso de exhumación que hubo en el sitio de entierro. Fue el único cadáver entero de las diez víctimas.

Mi hermano y yo éramos los únicos que vivíamos acá en Lima, en el internado de mujeres y en el de hombres, porque somos de Chachapoyas. Mis padres estaban allá, no había teléfono en ese entonces, yo tuve que viajar a contarles. Cuando fui, ya había pasado bastante tiempo buscando a mi hermano y fue simplemente a decirles que no sabía dónde estaba, pero es que yo tampoco sabía qué decirles. Cuando encontramos ese cuerpo en Huachipa, yo llamé a Chachapoyas a un teléfono tipo comunitario que había y pedí que le avisaran a mi papá que yo sabía que era mi hermano, pero no había una manera más suave de decirle las cosas. Luego ellos ya vinieron para la prueba de ADN que nos tomaron, que ya fue dos o tres meses después.

Mi hermano, cuando entró a la universidad en el año 1988, estuvo militando en Patria Roja como un año y luego simplemente se salió y no militó en otro partido, ni era parte del Centro Federado, ni del Comité de Lucha de Comensales. ¿Cuáles son las razones por las que armaron una lista los agentes Colina? Era por un tema de enfrentamiento personal con los militares. Casi todas las víctimas se habían peleado alguna vez con el oficial que estaba a cargo de la base militar, porque era un abusivo, porque le reclamaban, porque el militar terminó golpeando dos o tres veces a algunos de los estudiantes. Ésa fue la razón que dicen los mismos agentes en el proceso. Nunca hubo una fotografía, un documento. Era simplemente la lista que alguien armó y así se quedó. El ambiente mismo que se vivía en la universidad era un ambiente bien peligroso en ese entonces. Los militares llegaron a La Cantuta con mucho estigma de que el cantuteño era un terruco y esa era la manera cómo ellos te trataban. Eso generaba una serie de rencillas, peleas, insultos de uno y otro bando.

No lo pudimos encarar [a Santiago Martín Rivas, líder del grupo Colina] porque no fuimos testigos del proceso. Sólo fue la esposa del profesor Muñoz que estuvo presente en el momento que detuvieron a su esposo, pero nosotros hemos estado ahí en el juicio. Es evidente que es un tipo que no tiene ningún tipo de arrepentimiento por las cosas que ha hecho y que sigue teniendo ésta lectura de un militar que estaba formado para defender a la patria y para obedecer órdenes. Y ahí es donde él justifica todo su accionar y crímenes que cometió. Y eso lo hace mucho más peligroso, porque es gente que en algún momento va a salir en libertad cuando cumpla su condena. Entonces, ese nivel de rabia, de haberse sentido usado por las propias Fuerzas Armadas es un tema que habrá que ver cómo reacciona. Para mí es un peligro que no haya habido una evaluación de cuál fue la actuación de los militares y de los Colina en los ochenta y noventa.  

Yo creo que aquí hay un problema grave: toda esta campaña sistemática que fue creada desde los noventa, que fue claramente manejada por Montesinos para desprestigiar a las víctimas, no sólo de Cantuta, todas las víctimas eran terrucos. No porque alguien lo haya probado y eso era suficiente para alguna gente. Entre ellos los propios congresistas fujimoristas que salían a justificar un crimen como éste. Y eso en un contexto donde la manipulación de los medios de comunicación también era parte de la tarea que el montesinismo hacía. Hasta ahora cuesta explicarlo, cuesta entenderlo. Nosotros tenemos tres sentencias, inclusive con ratificación de la Corte Suprema, donde claramente dicen que las víctimas no tuvieron ningún tipo de vinculación ni con Sendero ni con el MRTA, ninguno tuvo una denuncia penal, ninguno estuvo investigado por la Dincote, ninguno tenía orden de captura o lo que fuese. Aunque sea una sentencia post mortem, es una sentencia que establece una verdad jurídica, pero que hasta ahora ha sido bien difícil de hacerse respetar, porque la gente actúa con impunidad y porque en éste país difamar es lo más fácil. No están siquiera amarradas a hechos históricos ni a un trabajo de memoria que se haga de manera permanente para que siquiera se garantice el derecho a la dignidad de las víctimas.

Fotos de Jai G. y Alan B.

Raida Cóndor: “Vengo buscando los restos de mi hijo porque todavía no lo encuentro

Soy la madre de Armando Amaro Cóndor. Él es estudiante de la Universidad La Cantuta. Ya estaba terminando ya, estudiaba Electrónica. Él vivía en la universidad y uno de sus compañeros conocía la casa y vino a avisarme. Lo habían llevado un grupo de militares, pero yo pensé que solamente era él. Inmediatamente me apresuré a la universidad y me enteré que eran nueve estudiantes y un catedrático y desde ese día empezó mi calvario. Desde ese día vengo caminando buscando los restos de mi hijo porque todavía no lo encuentro.

Él fue asesinado dos veces, porque lo asesinan, lo queman acá en Ramiro Prialé y cuando sale en las noticias la muerte de ellos, lo vuelven a llevar a Cieneguilla y ahí lo vuelven a quemar. Ahora yo quiero que me entreguen los restos de mi hijo para poderlo enterrar y morir así tranquila. Ya han pasado veinticuatro años. Estamos esperando la voluntad del fiscal, que ya debe actuar inmediatamente en la búsqueda. En Cieneguilla fue que encontraron los restos quemados, pero ahí encontraron las llaves nada más, que abren la puerta de mi casa, por eso sé que mi hijo está muerto. En ese entonces, yo vivía en La Victoria. Cuando hicieron la prueba de las llaves, al doctor Cubas Villanueva le dije “Éste es el candado de mi hijo”.  Dijo que le pasen el sobre lacrado y esas llaves las encontraron en el bolsillo de los restos quemados de su pantalón. Los restos que encuentran en Cieneguilla, les hacen una limpieza y los llevan a la Morgue, ahí encuentran la llave.

Solamente me miraba [Martin Rivas, durante el juicio]. Algunos de ellos [los Colina] cuando les preguntaban “¿Por qué lo has matado?”, “Fue una orden de arriba”,” ¿Quién te ha dado la orden de arriba?”, “Ha sido Fujimori”. Y yo estoy plenamente segura que ha sido Fujimori y Montesinos. Que cumpla sus veinticinco años de preso [Fujimori] y ya verá la justicia después. No lo ha combatido [a Sendero Luminoso], al contrario, él ha sido terrorista, porque a mucha gente ha matado, hasta a niños ha mandado matar.

Eran siete hermanos, él era el mayor. [La noticia de la desaparición de Armando] Les chocó a mis hijos, ahora ya son jóvenes y tienen más conciencia. Quiero seguir buscando justicia, creo que he logrado la mitad al meterlo preso a Fujimori. Mi hijo votó por él en el año 1990, decía “El chino va a  dar trabajo”. Me amargué. Por la ventana de mi casa tocó “Mamá, el chino ha ganado”. “Anda vete a vivir con él” le dije. Yo no voté por él, no me gustaba.

Yo siempre dije que ni aunque hayan sido terroristas, tenían derecho de matarlos, para eso hay justicia. Que lo metan veinte o treinta años preso a mi hijo, pero yo sabría que está vivo. Por lo que sé, no pertenecía a ningún partido. Él solamente iba a estudiar, para sacar adelante a sus hermanos. Mucha gente dice que han sido terroristas, a pesar que son padres o madres, no tienen la conciencia de decir qué pena. Pero bueno pues, una tiene que pasar todas estas cosas que pasó conmigo, y ojalá algún día no les pase nada a ellos y no les deseo mal tampoco, fue lo que me tocó perder a mi hijo.

Alan Benavides

Terminé Periodismo, fotografío protestas y escribo sobre conflictos sociales. No confío en ningún gobierno, ninguna forma de poder económico ni violencia uniformada.