Vrinda: una secta en el corazón de Lima

Cuando Ulrich Harlan no era más que un joven viviendo en su Alemania natal en los años sesenta, nadie de su entorno habría creído que se convertiría en el líder de una secta hare krishna en Latinoamérica algún día. Quienes lo conocieron en su adolescencia lo recuerdan como una persona muy carismática, al que todo el mundo quería, capaz de vender hielo en el Ártico y que nunca aceptó a nadie como autoridad. Desde muy joven se interesó en la política, pero pronto se decepcionó y empezó una búsqueda más espiritual, hasta encontrar lo que buscaba en la filosofía hare krishna. De adolescente, su entorno lo habría calificado de un joven problemático, con algunos encontronazos con la ley y las drogas, y sin una visión clara de su futuro profesional. En una entrevista grabada por los devotos de Ulrich, su madre Nela Harlan – fallecida en 2015 – comenta que, si bien al principio la entrada de su hijo menor de edad de la vida espiritual la dejó desconcertada y preocupada, finalmente lo aceptó al ver que él parecía haber encontrado lo que lo hacía feliz. Se refería al encuentro de Ulrich con su maestro espiritual: Srila Prabhupada.

Srila Prabhupada es aún hoy una de las figuras más notables del movimiento hare krishna en el mundo entero, se le atribuye la difusión masiva de la religión gracias a sus publicaciones y traducciones de los textos sagrados que explican la vida de Krishna, también llamados puranas. Pero probablemente su mayor proyecto fue la creación de la organización hare krishna más importante de América en los Estados Unidos, en pleno apogeo de la cultura hippie, la International Society for Krishna Consciousness o ISKCON (en español Sociedad Internacional para la Conciencia Krishna)

Cuando Ulrich conoció a Prabhupada su vida cambió para siempre, al igual que la de cualquier devoto hare krishna que encuentra un maestro espiritual. Según la tradición, una vez se conecta con las enseñanzas de Krishna y se estudian los puranas se puede finalmente acceder a la vida de un verdadero devoto hare krishna mediante una ceremonia llamada iniciación. También se le conoce como un “segundo nacimiento”, ya que significa dejar atrás la vida del mundo material y todo lo que este representa, incluyendo la forma de vestir, de actuar e incluso el nombre con el que naciste. Durante la iniciación, el maestro espiritual otorga un nuevo nombre a cada devoto, hombres y mujeres deben cambiar sus ropas y los hombres se rapan el pelo. Esto no solo diferencia a los hare krishna del resto, si no que demuestra públicamente su fe y los aleja de la persona que fueron antes de entrar en la comunidad. Así fue como Ulrich desapareció para pasar finalmente a llamarse Swami Bhakti Aloka Paramadvaiti, que es como lo conocieron sus propios discípulos.

Pero ISKCON, la organización en la que Ulrich dio sus primeros pasos como hare krishna, es considerada una secta peligrosa con serias acusaciones de abusos sexuales, narcotráfico, rapto, explotación y lavado de cerebro, con Srila Prabhupada actuando como líder y cabeza visible de la organización. A pesar de todo, ISKCON todavía sigue teniendo una presencia importante en Latinoamérica, con más de cuatrocientos centros en todo el mundo, y el nombre de Prabhupada todavía es respetado entre los seguidores de Krishna. Tanto así que Ulrich utiliza en muchas ocasiones fotografías o citas de su antiguo maestro para dar legitimidad a sus propias enseñanzas, a pesar de que rompió su relación con ISKCON, criticándola duramente después de que Prabhupada falleciera y de que él fundara su nueva misión: la Comunidad Vrinda.

«Yo serví a mi Maestro Espiritual Srila Prabhupada en ISKCON desde 1971 hasta su partida del mundo en 1977. Fundé mi misión con base en el principio amoroso: la inspiración, en vez de la imposición institucional. Fue este espíritu el que me llevó también a aceptar discípulos para continuar el servicio a mis Maestros» fueron las palabras del mismo Ulrich sobre la fundación de su proyecto, dónde también admite que pasó de ser un devoto más a convertirse en un maestro espiritual, lo que significa formar y tener a su servicio a nuevos seguidores. Y así fue como nació una secta.

“Paramadvaiti no era protocolar, era abierto, cercano y le importaba conocer a la persona. Es un excelente orador, lo que dice es coherente, interesante y suele hablar de temas de activismo medioambiental” cuenta Prabhupada Sakti, un joven costarricense que se inició de adolescente con Harlan (Paramadvaiti) y formó parte de la comunidad Vrinda. Esa actitud distinta a la de otros gurús, mezclada con un punto de rebeldía, era lo que enganchaba a los devotos y los llevaba a iniciarse y abandonar la vida tal y como la conocían. Pero esa proximidad también estaba entrelazada en una fuerte idealización, fomentada por los devotos más antiguos, que le enseñaban a los demás que Harlan era casi un semidiós.

“Era como una estrella de cine, te dejaba sin palabras, en shock solo por verlo, porque él se comunicaba con Krishna, puede ver tus pensamientos y saber lo que necesitas, te da consejos, ve tu futuro. No se debían tomar grandes decisiones sin consultarle” explica una ex devota colombiana que afirma que al principio se interesó por el proyecto de Harlan por su filosofía de vida espiritual, saludable y anti sistema.

LOS INICIOS DE VRINDA

En los años ochenta, Vrinda se asentó en el Perú y abrió un templo para recibir a nuevos devotos que se unieran a la misión. Un ex devoto, quien no era más que un adolescente cuando se unió a los hare krishna, explica que entonces la mayoría eran jóvenes que tenían interés en conocer más de la religión y de sus principios, dispuestos a construir desde los cimientos una comunidad peruana. “Desde que llegué me entusiasmé, me interesó, porque tenían las ideas que más o menos yo quería, que eran espiritualidad, vegetarianismo y cosas así. También era un grupo pequeño, jóvenes, todos de mi edad y muy alegres, mucho jolgorio. No es como ahora que es una institución, que hay negocios, en esa época más bien no había nada” comenta el ex devoto, quien prefiere mantener el anonimato.

Si bien Vrinda empezó como una pequeña isla de espiritualidad en el centro de Lima, pronto empezó a expandirse a otros lugares del país, como ya había pasado anteriormente en Colombia o Europa. Se abrieron otros templos en la avenida Javier Prado y en la ciudad de Chiclayo y adquirieron un terreno en Huaral que más tarde se convertiría en EcoTruly Park, un impresionante complejo de casitas de barro que encajarían perfectamente en el planeta ficticio de Tatooine de la saga cinematográfica Star Wars. En su web se autodefinen como una finca ecológica que vive bajo los principios hindúes. Pero hoy en día funciona como un excéntrico hotel cerca a la playa, que ha hecho las delicias de turistas extranjeros e incluso influencers de viajes por lo original de sus construcciones y lo instagrameable que es el lugar.

Es difícil no encontrar una lista de “cosas que hacer si viajas a Lima” dónde no se incluya hacer el viaje de dos horas hasta EcoTruly para tener una experiencia diferente, ver de cerca cómo viven los devotos hare krishna, asistir a clases de yoga o tener la posibilidad de que te lean tu carta astral.

Pero este paraíso vaishnava está sostenido por el trabajo semiesclavo de los devotos y de los voluntarios que tienen que aportar sesenta soles diarios por trabajar ahí. Antiguos seguidores que ya se han retirado de la finca afirman que todo su trabajo es completamente voluntario y que debido a los votos de humildad y de renuncia que hacen no pueden recibir un sueldo, ni acumular riqueza. Si bien esto es tradicional dentro de la religión, la escasez que se vive dentro de la comunidad roza la pobreza extrema, al no tener ni tan solo implementos higiénicos, como jabón para bañarse, o dormir en el suelo de las casas de barro. “El dinero entra, harto, pero dicen que no hay plata” afirma una antigua devota que se fue cuando la situación le resultó insostenible. Prabhupada Sakti trabajó en EcoTruly y afirma que antes de la pandemia cada fin de semana entraban aproximadamente veinte mil soles gracias al turismo, pero sin embargo no solamente los devotos no cobraban sueldo, si no que los trabajadores externos no están en planilla, no tienen seguro médico ni emitir ningún recibo.

Otra joven que prefiere mantener el anonimato cuenta que tenía que levantarse a las tres de la madrugada cada día, no solo para atender sus obligaciones como vishnu priya – una monja renunciante- si no también ayudar a limpiar, preparar las ceremonias o incluso trabajar en la caja, sin tener descansos en todo el día. “Es un trabajo voluntario, pero esclavo” sentencia. Pero esto no ocurre solamente en EcoTruly, si no que son prácticas normalizadas dentro de la comunidad a lo largo de toda Latinoamérica. Prabhupada Sakti sirvió en Guatemala desde que era un adolescente hasta cumplir los dieciocho años y recuerda la vida en ese templo plagada de abusos de poder y explotación laboral, especialmente por parte del que era presidente del templo, la persona a cargo nombrada por Paramadvaiti. “Trabajaba de sol a sol y vivía cansado. Pero era un sacrificio para Krishna” explica el joven, quien tenía que salir a vender revistas a diario para ganarse el almuerzo de ese día. Pero al llegar a la mayoría de edad su maestro espiritual, Paramadvaiti, lo llevó a Lima dónde no conocía a nadie y pronto se encontró en una situación migratoria irregular. Y si las cosas eran difíciles en Guatemala, en el local del jirón Callao del Centro de Lima no eran mejores. Ahí tenía que seguir vendiendo y aportando un mínimo de diez soles diarios al presidente del templo, pero tenía que pagar en muchos casos su propia comida o cualquier otro gasto que tuviera de su bolsillo. Además, afirma que el templo funcionaba con una estructura casi militar, donde existen jerarquías muy marcadas entre los seguidores y los líderes a quienes se les debe obediencia.

Según Prabhupada Sakti y otros ex devotos, les enseñaban que el sacrificio de una vida sin descansos y de servicio incondicional hacia el maestro o la comunidad es el ideal para una vida espiritual plena, por lo que todos los abusos laborales que sufrían no solo eran normalizados, si no que eran elogiados por los líderes. Y las mismas prácticas se reproducen también en otra importante comunidad de Vrinda en Latinoamérica: Colombia.

Una ex devota que sirvió durante catorce años a la comunidad en Colombia explica exactamente las mismas rutinas: levantarse a las tres de la madrugada, ducharse con agua fría, dormir en el suelo, incluso a veces compartiendo colchón con varias personas, preparar la primera ceremonia de las cuatro de la mañana, asistir a las clases, cantar el mantra en las rondas diarias, almorzar y ahí recién empezar el día y seguir trabajando hasta las once de la noche. Y al día siguiente, volver a empezar.

Pero lo que sorprende es como una comunidad hare krishna que empezó de forma relativamente humilde hace treinta y cinco años tenga hoy en día presencia en la mayoría de países Latinoamericanos, así como en Estados Unidos, España y Alemania además de muchos negocios lucrativos repartidos por el mundo mientras sus seguidores viven una realidad de sacrificio y austeridad.

La respuesta está, de nuevo, en Ulrich Harlan. Un antiguo devoto cuenta que toda la estructura y visión de la misión Vrinda cambió cuando Harlan tomó el control después de que su antecesor Gorkishor se retirase por diferencias con el gurú. “De ahí Paramadvaiti empieza a ejercer más control, a su estilo, no tanto al estilo de Gorkishor, que era más estricto en los formatos de la tradición que seguíamos. Paramadvaiti era más práctico, [decía] canta menos pero haz más servicio, más trabajo, más empresa, más negocio. Ya con la salida de Gorkishor ya cambió más, porque Paramadvaiti ya se hizo el control total” cuenta un ex devoto, quien admite que eso hizo que la comunidad se organizara mejor, pero que finalmente llevó a que la espiritualidad se perdiese en un afán lucrativo. “Yo le critiqué que solamente le importa cómo produce la gente, cómo vende libros, cómo trabaja acá sin salario, pero ¿cuándo los van a formar? No hay una continuidad de la escuela, ya la escuela se ha perdido, y Paramadvaiti ha hecho eso, porque él ha sacrificado la formación por su proyecto, su negocio, porque en el fondo es su ego lo que lo ha traicionado, quiere ser el gran maestro. No hay nadie que lo controle, no hay nadie que lo pare, entonces hace lo que quiere. ”

Harlan fue quien promovió la construcción de EcoTruly y lo convirtió en lo que es hoy en día gracias a las donaciones de sus devotos y las ventas en las tiendas que la comunidad tiene en el Barrio Chino. Si bien este dinero se entrega de forma voluntaria, bajo la idea de “servir a Krishna”, los ex devotos afirman que se entregaban cantidades que podían oscilar entre los veinte y cien dólares semanales en plenos años ochenta mientras la economía del Perú luchaba contra una fuerte inflación y crisis financiera, todo para construir y mantener EcoTruly. Nunca hubo una transparencia real en cómo se usaban los fondos. En algunos casos ésto repercutió negativamente en la economía de algunas familias, hasta el extremo en el que algunos hare krishna dejaban de pagar la manutención de sus hijos para poder entregar el dinero que el gurú les pedía cada semana.

En otros países con una presencia de Vrinda más amplia, como Colombia, una ex devota afirma que algunos de los templos o locales son producto de donaciones de personas que se inician en la religión y desean aportar a la misión de forma totalmente desinteresada, ya que para la comunidad el hecho de trabajar y vivir fuera del templo y no poder ofrecer todo tu tiempo a Krishna está mal visto. “Estudiar fuera era el matadero del alma, y los que trabajan fuera entregan donaciones. Yo terminé la universidad, pero no me dejó especializarme. Decía que con lo que aprendías en la práctica con los proyectos era suficiente, solo dejaba que algunos estudiasen si necesitaba algún conocimiento muy técnico” explica. En una de las webs de la misión Vrinda aparece un texto escrito por Harlan que dice así: “Todas las buenas cosas en Conciencia de Krishna vienen de gente como usted y yo, ofreciendo su tiempo y su dinero. Sin donar tiempo y dinero nada se podría hacer para expandir el servicio del maestro espiritual. Siempre estaremos agradecidos naturalmente con aquellos que sí entregan su tiempo y dinero a nuestros programas Vaishnavas.”

Pero EcoTruly no es el único negocio de la comunidad Vrinda en Perú. También cuentan con las escuelas de Yoga Inbound, academias, restaurantes, una panadería y diferentes tiendas en el centro de Lima, que algunos ex trabajadores afirman que tienen mucho éxito. “Cualquier cosa donde haya negocios, ahí es. Cualquier cosa que genere fondos para Krishna, para los templos” afirma un ex devoto con veinte años dentro de la comunidad. Y todo a causa de la visión de emprendedurismo de Harlan, que no solo dista mucho de su papel como maestro espiritual, sino que también va en contra de los votos que tomó como sanyasi o renunciante.

Una persona renunciante en la comunidad hare krishna es alguien que renuncia a las posesiones materiales y promete celibato. Pero los ex devotos afirman que estas condiciones no siempre se dan en las personas renunciantes de la comunidad Vrinda. Harlan, sin ir más lejos, ha sido cuestionado sobre el fin del dinero de todos estos negocios, controlar las vidas de sus fieles, pero sobre todo, por abusar sexualmente de sus devotas.

EL TESTIMONIO QUE LO CAMBIÓ TODO

Jennifer cumplía once años el día que entró por primera vez en el templo de Vrinda. Su madre la acompañaba mientras paseaban por la ciudad. No era un cumpleaños cualquiera, esta vez su papá no iba a poder estar presente al haberse tenido que marchar a Estados Unidos y esto tenía a la pequeña algo triste. Entonces vieron a un grupo de personas cantando y bailando animados, invitando a los transeúntes a presenciar danzas hindúes en el templo. Tanto Jennifer como su madre siempre habían estado interesadas en esos temas y parecía una actividad divertida para un día especial, como era ese en su pequeña familia. Ese fue el principio de casi veinte años de servicio.

Poco tiempo después, con tan solo doce años, Jennifer se inició y con ello tuvo que renunciar a su identidad y su nombre, pasó a responder al nombre de Radha Kunda, y un par de años después empezó a vestir solo de blanco y a pasar todo su tiempo libre dentro del templo, cuidando de las deidades y aprendiendo más de la filosofía. “Me atraía el hecho de que siempre piensan en los demás, te enseñan a ser muy humanitario, entre comillas, con eso llaman a las personas, con que están trabajando a favor de un bien común, para beneficiar a la sociedad, al planeta” comenta. Sin embargo, siendo todavía menor de edad empezó a trabajar en la finca de EcoTruly atendiendo a los turistas, la caja y por supuesto sin dejar de atender sus responsabilidades como vishnu priya. A la pregunta de si ganó algo de dinero durante este tiempo la respuesta fue que no. “Nunca, es más, cuando alguna vez me dijeron para trabajar en algo que a mí me encantaba ellos me dijeron: Pero esto no le conviene a ellos, de aquí no van a sacar ningún bien, está mal. Te adoctrinan o te doman, no podía. Y ahora sí me arrepiento. No entendía que iba a necesitar dinero para el futuro” añade.

Pero al cumplir los dieciséis años Harlan le propuso ir a trabajar directamente para él en lo que la comunidad llamaba “la oficina”. En esa época la oficina no era más que un almacén en el jirón Ayacucho donde un grupo de aproximadamente cinco jóvenes mujeres convivían y trabajaban como secretarias para la organización Vrinda fiscalizando los diferentes proyectos de la misión. A pesar de que suponía una suerte de ascenso viniendo de EcoTruly, la situación no era mucho mejor. “Yo me acuerdo que llegué a la oficina y el primer día me tocó dormir encima de una caja. Yo venía de mi casa, donde siempre había dormido en una cama de dos plazas y llegar ahí y dormir encima de cajas. Ya después de un tiempo nos mudamos a un departamento, y ahí éramos cinco chicas, pero la habitación la usábamos como oficina, entonces en la sala dormíamos, en la mañana despertábamos, limpiábamos, y ese era el mismo templo. Durante el día ese también era el salón de reuniones si es que había que hacer alguna cosa, y ahí comíamos durante el día. A veces uno se daba cuenta, iba a colgar mi ropa y decía: Wow, hace como tres días que no veía el sol”.

Las trabajadoras de la oficina se encargaban también de filtrar algunas de las comunicaciones que venían de los devotos hacia el maestro espiritual, eran parte del círculo cercano al gurú, pero a la vez existía un fuerte control de parte de Harlan y su secretario en Perú hacia estas mujeres que ningún otro devoto experimentaba con tanta intensidad. “Dentro de la oficina, si querías hacer algo tenías que consultar con él, porque eras de su propiedad prácticamente. Vayas a hacer lo que vayas a hacer tienes que hablarlo” explica Jennifer, quien inmediatamente se dio cuenta de que, a pesar de que sus compañeras iban cambiando a lo largo de los años, todas tenían varias cosas en común: eran extranjeras, muchas tenían problemas en casa y no superaban los veinte y pocos años. “De verdad había un prototipo, las chicas que llegaban eran bonitas, jovencitas, con problemas familiares. Entonces él se hacía el bueno, a mi muchas veces me mandaba decirle a las chicas: Dile para que vaya a la oficina. Estando en otros países, él veía que había tal desorden en la casa que podía amaestrarla, domarla” cuenta.

Pero esta oficina no siempre existió, los antiguos devotos aún recuerdan cuando la posición de las mujeres dentro de la secta era mucho menos visible, guiada por la misma doctrina hare krishna que hace una diferenciación importante entre géneros. Un ex devoto que participó en Vrinda desde los años ochenta explica las enseñanzas que reciben los iniciados de los textos sagrados. “En esos textos siempre se dice que la mujer es la rezagada, que la castidad de la mujer le da poder al hombre, y una máxima es que la mujer es seis veces más hambrienta, nueve veces más lujuriosa y ocho veces más perezosa, y ellos lo citan.”

Pero en el año 2010 Harlan empezó a cambiar esta realidad para un puñado de mujeres que entraban en sus círculos de confianza. Les dio un lugar más prominente, las puso en puestos de liderazgo, las elogiaba y les daba confianza, hasta empezar a nombrarlas vishnu priyas y obligarlas a vestir con un manto blanco con azul, imitando las ropas que llevaban las misioneras de la Madre Teresa de Calcuta. “Tenía siempre un grupo de mujeres alrededor: secretarias, fotógrafas, pendientes de sus necesidades. En las ciudades se trataba que fueran hombres quienes lo seguían, pero él siempre nombraba mujeres y su presencia empezó a ser mayor. Cuando viajaba en carro solo había mujeres con él porque él lo pedía. Los masajes se los daban las mujeres. Ser parte de eso era un privilegio, él empezó a cambiar las tradiciones, pero siempre nombraba mujeres jóvenes” comenta una ex devota colombiana.

Para Jennifer, quien fue parte de este exclusivo grupo, no fue más que una estrategia enfermiza para poder ocultar sus intenciones y mantener a las mujeres cerca de su círculo más íntimo. “Se hace el aliado, él viene y dice: Ay sí, hay que darle el poder a las mujeres, quiero ver en la comunidad lo que la sociedad no hace. Yo le doy el poder a las mujeres. Mentira, las ponía en la oficina para tenerlas más cerca, más controladas” comenta ella.

Y es que la tradición hare krishna no solo ve a las mujeres por debajo de los hombres en sus capacidades, sino que también son consideradas peligrosas para la castidad de un sanyasi o renunciante. “No se podía dejar al gurú con una mujer, porque las escrituras védicas dicen que el hombre es como la mantequilla y la mujer como el fuego. Incluso prohíbe que un padre esté solo con su hija” explica un antiguo ex devoto. “Antes jamás habría ido en un carro con una chica, jamás. Antes iban los devotos solamente, y las madres iban en otro carro, así era antes. Pero ahora todo se ha relajado y él es el rey. Antes estábamos nosotros que podíamos decir: No, así no es. Pero ahora con los jóvenes puede hacer lo que quiere.”

Así fue como poco a poco Harlan fue empujando los límites de la normalidad con sus devotas, creando círculos de confianza integrados casi exclusivamente por mujeres, quedándose a solas con ellas, pidiéndoles masajes y creando un contacto físico y emocional cada vez más cercano. “Él se ponía a tu lado y obviamente era para que le masajes los pies, y presionaba tu mano contra el piso con el pie, pero mientras tanto estabas en una reunión y había gente, no puedes decir nada. Entras en esa zona gris, y así de a poquitos va avanzando con cosas que uno no va entendiendo en un primer momento” explica Jennifer. “Él siempre me llamaba para que el hiciera masajes pero una vez me hacía ese gesto con la mano como para que lo masturbara y yo nunca había tenido contacto con alguien, yo estaba más bien haciéndolo en toda la pierna y se enojó conmigo, me botó la mano y yo dije: Qué raro… Y no entendí.”

Pero en el 2017, en un viaje a Caracas Jennifer recuerda haber estado haciéndole un masaje a Harlan cuando éste empezó a acariciarle las piernas, le bajó los pantalones y finalmente trató de introducirle un dedo en la vagina, agrediéndola sexualmente. La joven no habló inmediatamente del ataque, pues le costó aceptar que su maestro espiritual, una figura entre paternal y divina, pudiera ser capaz de hacer algo así. “Se supone que la relación que tienes para con dios es la misma que tienes con tu gurú. Entonces uno se llega a confundir si de verdad cree y está tanto tiempo” explica Jennifer. Pero casi un año después empezó a darse cuenta de que no era la única vez que había visto comportamientos inapropiados por parte de Harlan, tanto hacia ella como hacia otras mujeres y eso le dio la fuerza para describir en una carta en el año 2018 los acontecimientos ocurridos en Caracas. La intención principal de la ex devota era que Harlan se sincerarse con sus discípulos, ya que sus acciones lo inhabilitaban para ser considerado un maestro espiritual, y renunciase a ser el líder de Vrinda asumiendo su responsabilidad en el abuso sexual.

Pero Jennifer puso una condición: Si Harlan no reconocía públicamente la agresión, ella haría su testimonio público. Se aseguró de enviar esta comunicación tanto a Harlan como a su mano derecha en aquel momento, Atulananda Maharaja. Pero la respuesta fue decepcionante. Atulananda admitió conocer al menos otro caso parecido de una mujer argentina y asumió que lo que explicaba Jennifer era cierto, pero trató de justificarlo usando la doctrina Krishna, escribiendo en su correo que el mismo Krishna decía que “Los sentidos son muy fuertes y difíciles de controlar, y que pueden arrastrar incluso a un hombre de buen discernimiento que se esfuerza por contenerlos”. E incluso en una segunda comunicación trató de disuadirla de exponer su testimonio a más personas.

Pero Jennifer no se rindió y finalmente la carta se hizo pública. Después empezaron los rumores, se culpabilizó y se difamó a la persona que tuvo el valor de alzar la voz. Pero también fue la llave que permitió a otras víctimas de Harlan darse cuenta de que lo que les pasó a ellas no fue aislado, pero sobre todo, no fue una mala interpretación de su parte. Finalmente, gracias a la carta de Jennifer, más de cuarenta mujeres afirmaron que habían sido abusadas por su maestro espiritual.

Al principio, los ex devotos dudaron de la veracidad de las acusaciones, les dijeron que se trataba de un malentendido, o de un complot por parte de sus detractores, incluso en el peor de los casos se decía que la culpa era de las víctimas por seducirlo. Pero a medida que más y más testimonios salían a la luz, incluso de mujeres que no se conocían entre ellas, era difícil negar la verdad. Fue entonces que varios ex devotos empezaron a darse cuenta de todas las veces que habían visto comportamientos inapropiados por parte de su líder hacia las mujeres, ya fueran acercamientos, comentarios, actitudes y tocamientos que en el pasado habían dejado pasar creyendo que eran ellos los que habían sexualizado el comportamiento de un hombre puro, lo cual es una ofensa hacia el gurú y hacia la misma religión.

“Pensar mal del maestro es lo peor que puedes hacer en la vida, es algo imperdonable, ni Krishna podría perdonarte” comenta una ex devota, quien explica que a pesar de que al principio creyó que Harlan era inocente al ver la avalancha de acusaciones en su contra, incluso de mujeres cercanas, se dio cuenta de la verdad.

Cuando empezó la oleada de testimonios, muchas mujeres que habían pasado años en silencio se sinceraron con su entorno sobre los abusos que habían sufrido en el pasado, algunas de ellas incluso siendo menores de edad. Es el caso de Alejandra, quien no usa su nombre real, y llegó a la secta con tan solo siete años de edad para formar parte del templo de Quito, Ecuador, durante casi veinte años. Cuando tenía tan solo catorce años Ulrich Harlan le manoseó el pecho. “Con decirte que es tanto el shock, porque tú te culpas a ti mismo, porque sí sientes cuando algo no es debido y yo tenía como catorce años y lo único que dije fue: ¿me tocó? Me lo pregunté un montón de veces” afirma. “Entonces dije: No, estoy pensando mal, en algún momento me voy a dar cuenta. Esa fue mi conclusión.”

No solamente las mujeres empezaron a hablar, muchos devotos también le dieron sentido a las actitudes inapropiadas de Harlan con otras mujeres, incluso delante de otros discípulos. “Me contó un amigo que delante de él empezó a agarrarle las piernas a una madre mientras lo masajeaba, otro amigo me contó que un día estaban en EcoTruly y le agarró las nalgas a una madre y cuando lo comentó se dio cuenta que a partir de ahí lo empezaron a botar. Por todos lados hay testimonios” afirma un antiguo devoto que ya había abandonado la secta cuando los testimonios se hicieron públicos.

Pero para Prabhupada Sakti las acusaciones contra su antiguo maestro, Harlan, son solo la punta del iceberg. Afirma que los hombres que dirigen el templo en Lima también tenían actitudes violentas, chantajeaban, robaban y también hacían comentarios inapropiados o abusaban sexualmente de las devotas. Y Harlan lo sabía. “Nos decía que no nos quejáramos, que hay que seguir hacia adelante, así que al final dejas de denunciar, pero suceden abusos en todos los niveles”. Finalmente sentencia “Harlan es un abusador más, pero no es el único. Dentro de la estructura de Vrinda hay muchos abusadores”.

Alejandra recuerda un caso que ocurrió en Quito, donde un sanyasi o renunciante abusó sexualmente de un niño con capacidades especiales, y cuando fue de conocimiento público su único castigo fue recorrer los hogares de los devotos pidiendo perdón. Alejandra incluso recuerda que fue a la casa de su madre. “Te crea un sectarismo total, en ese momento que él vino y pidió disculpas ¿Cómo no vino la policía y se lo llevó?” recuerda ella.

Hoy en día existen cinco delitos relacionados con actos sexuales violentos por parte de Harlan que se encuentran siendo investigados por la Fiscalía General de la Nación de Colombia, algunos de ellos incluso contra menores de edad. Una de las denunciantes es una mujer colombiana que se identifica como Yadira Muñoz quien acusó a Harlan de haber abusado de ella en varias ocasiones entre los años 2012 y 2018, normalmente aprovechando viajes largos en carro donde él le desabrochó el pantalón, le introdujo los dedos en la vagina y le hizo masturbarlo, casos por los que fue imputado por la Fiscalía colombiana. En Perú, Jennifer trató de denunciar también penalmente a Harlan en el año 2020 pero la Fiscalía consideró que no había pruebas suficientes, aunque la joven alude a otra posible razón para el archivamiento de la causa. “Tenían el dinero en la mano, estaban esperando a que cayera un fiscal en el caso para que no lo viera”. Además añade “El episodio con la psicóloga de la pericia me dejó muy mal, tuve varias semanas llorando en la madrugada, me despertaba así mal.”

Pero las polémicas parecen perseguir a Vrinda desde mucho antes de que se hiciera público el primer testimonio. Niti Devi Dasi era una joven venezolana de apenas diecisiete años cuando llegó al templo del centro de Lima. El treinta de mayo de 2016 escribió en su página de Facebook la frase «La magia es pasar por este mundo sin ser tocado», una cita de Atulananda, el ex mano derecha de Harlan. Unas horas después se lanzó desde lo alto del hotel Sheraton de Lima. Todos los peruanos recuerdan este evento al haber sido prácticamente retransmitido en directo por las decenas de transeúntes que vieron a la adolescente caer, pero se tardó un tiempo en conocer su identidad y la razón por la que estaba en la ciudad. Niti o Nathaly -como decía su partida de nacimiento- fue una de las tantas menores que viajaban entre los templos hare krishna de la secta y quienes la conocieron afirman que parecía sufrir de depresión. A pesar de pertenecer a Vrinda fueron pocas las explicaciones que se dieron por parte de Harlan de lo sucedido, o de apoyo a la familia y amigos de la devota.

PACTO DE SILENCIO

A pesar de que cada año aumenta el número de mujeres que deciden alzar la voz contra los abusos de Harlan y contar sus testimonios, todavía hay devotos que creen con fe ciega que su líder nunca hizo nada malo y que las mujeres que lo denuncian están mintiendo. Sin importar que hay decenas de denuncias de personas que en muchos casos no se conocen entre sí, que se extienden por diferentes países y que todas coinciden en un mismo modus operandi: primero establecer una relación cercana con sus víctimas, elegir a las más vulnerables, aislarlas de su entorno, empezar a tocarlas de forma sutil hasta finalmente llegar al abuso sexual.

“Hay prácticas de adoctrinamiento dentro de la secta, cuando sientes que estás frente a alguien que tiene una conexión directa con dios es impresionante” explica Prabhupada Sakti, para entender por qué a pesar de todas las pruebas en su contra todavía hay fieles que defienden y adoran a Harlan.

“Yo sentí en algún momento que me podía matar por ese tipo, así que los veo capaces de cualquier cosa” afirma otra ex devota. Y es que el culto a Harlan en muchas ocasiones va más allá de un líder espiritual y entra al terreno de lo divino, debido a las mismas enseñanzas de Vrinda, que no siempre coinciden con el resto de grupos religiosos hare krishna. “Donde la religión dice que debes escuchar a Krishna, Vrinda lo convierte en escuchar al líder, Paramadvaiti. Lo que debería ser Krishna, lo convierten en el maestro. Se le entrega la vida a él. Privatizan la relación que puedes tener con Krishna” explica Prabhupada Sakti. Jennifer también cita las escrituras con las que creció al respecto de la relación con el líder. “Se dice que si tu abres la puerta de tu casa, y está dios y el maestro espiritual, tú no dejas entrar primero a dios, primero es tu maestro espiritual, que fue el que te conectó a ese dios y después dejas pasar a dios”. Incluso añade “Era normal que alguien atesorara un cabello que se le hubiera caído, la arena que estaba dentro de sus zapatos también.”

Esta visión exacerbada del maestro espiritual es lo que principalmente convierte a Vrinda en una secta peligrosa para sus mismos devotos, a quienes se les inculca que su líder nunca puede cometer ningún error y deben servirle como a una criatura espiritual alejada de los vicios humanos. Esto se suma a las prácticas de borrado de identidad al cambiar el nombre, la vestimenta y la presión de abandonar el hogar y a la familia, lo cual ayuda a la explotación laboral, emocional y sexual. “Insistían en no relacionarse con personas que no sean hare krishna por la misma razón, eso incluye a la familia. A la familia se le predica, se le intenta volverlos hare krishna y si no se consigue te alejan del entorno” explica una ex devota con más de una década en la secta.

Varios antiguos seguidores hablan de una razón de gran peso para que algunos de los fieles que siguen dentro traten de tapar los escándalos. “A los devotos mayores les interesa que no caiga, porque tienen empresas y motivos financieros detrás, por eso lo defienden” afirma Prabhupada Sakti. Las personas de las que habla son algunos de los hombres y mujeres que pertenecen al círculo más estrecho de Harlan y en quienes ha confiado para llevar a cabo sus proyectos financieros, que reportan importantes ingresos para estas personas. Incluso Jennifer explica que trataron de callarla en varias ocasiones. “El día antes de que saliera una nota fueron a mi trabajo en un blindado negro a ofrecerme ¿Qué necesitas para que estés bien? ¿Puedes hacer que no aparezca eso mañana? Después entendí que directamente todos estaban tratando de chantajearme.”

Pero ahí no se detuvieron los intentos de silenciar los casos de abuso, una ex devota afirma que a un joven que enfrentó a Harlan y sus fieles en Chile lo amenazaron de muerte insinuando que tenían contactos con grupos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Alejandra lo confirma “Hubo amenazas. A mi ex pareja también lo amenazaron, en los mensajes decían que eran de las FARC”. Es por esta razón y por el continuo acoso en redes de algunas de las personas que alzaron su voz, que muchos de los entrevistados han decidido mantener el anonimato.

LA VIDA TRAS DEJAR VRINDA

Pero ni las amenazas ni el ostracismo consiguieron detener la avalancha de devotos que abandonaron las filas de Vrinda cuando se les cayeron las vendas de los ojos. En todos los países latinoamericanos con presencia de la secta hubo personas que se dieron cuenta de que estaban siguiendo a un hombre vil y peligroso en vez de a una figura divina y pura, y que todas las veces que habían dejado pasar comportamientos inapropiados, abusos o aprovechamientos por parte del gurú o de los líderes de los templos no estaban equivocados.

Así fue como nacieron páginas como Yo Sí Te Creo en Facebook o Liberando Verdades en Instagram, donde se dedican a difundir todos los testimonios y alertar de los movimientos de Harlan dentro de Latinoamérica, pues aunque muchos se hayan alejado de su liderazgo la secta sigue funcionando. “Buscan adeptos a través de las clases de yoga para la línea sectaria del supuesto vaishnavismo. Todavía se busca esta parte de ganar adeptos para trabajo fácil de esta forma. De una u otra manera te van encaminando al gurú” comenta Alejandra. Y es que debido al sangrado de seguidores que sufrió Vrinda ahora su economía basada en el trabajo semiesclavo empieza a tambalearse. Por lo tanto la necesidad de encontrar a nuevas personas a las que explotar se vuelve esencial hoy en día.

En el caso de las víctimas las secuelas son innegables. La falta de justicia y el hecho de que la secta sigue operando empeora la situación. Es el caso de Jennifer, a quien se le entrecorta la voz cuando habla respecto a los años que vivió en Vrinda, a pesar de haber formado parte de la mayor parte de su vida hasta ahora. Y es que cada vez que un nuevo testimonio aparece es como volver a vivirlo de nuevo. “Yo no sé por qué me siento culpable de estas niñas, cuando me entero de más cosas o me hablan de eso. Necesito separarme de esto y estar tranquila. Sobre todo porque la gente de la comunidad está por tantos lugares, sabes que están cerca, o te los encuentras, y una es la mala. Eso es lo feo, si necesito pasar por ahí tengo que dar una vuelta gigante porque no puedo pasar por allá” explica la joven.

Cabe preguntarse qué es lo que tiene que ocurrir para que en el Perú se le ponga un alto a una secta peligrosa, que continúa captando personas y ha incurrido en delitos tanto en nuestro país como en el extranjero. Para Prabhupada Sakti, al igual que con el resto de ex devotos, la salida de la comunidad no fue fácil y solo sucedió cuando se dio cuenta de algo muy importante. “Yo pensaba que era objetivo, pero uno se da cuenta de que no es objetivo cuando está en una secta”. Finalmente sentencia “Harlan es un falso gurú.”

Aitana Gómez

Comunicadora por la Universidad de Barcelona. Fotoperiodista. No creo que la fotografía cambie el mundo, pero es una forma de militancia.