[FOTOS] Cambio climático, minería y escasez de agua en Churcampa
Una densa niebla rodea la laguna de Islaccocha la mayor parte del año, en las húmedas alturas de la comunidad campesina de Tullpacancha, en los Andes peruanos. A más de tres mil ochocientos metros sobre el nivel del mar, donde se observa la tierra aplanada de una antigua pista de aterrizaje de avionetas utilizada por narcotraficantes en los años noventa y un enorme criadero de vicuñas, en el distrito de Locroja, nacen las micro cuencas que abastecen de agua a las ciudades y los pueblos agrícolas de la provincia de Churcampa.
Zona golpeada por la violencia de la guerra interna que vivió el Perú en los años ochenta, con cientos de humildes campesinos muertos y desaparecidos tanto por los terroristas de Sendero Luminoso como por los militares, las partes altas de la provincia de Churcampa son la cuna de un sinfín de variedades de papa nativa, producto de la agricultura milenaria. Tras el término del conflicto interno en el 2000, el cambio climático y la minería han pasado a ser la siguiente amenaza para los lugareños.
“Incluso dos años atrás, ha tenido Churcampa una decadencia fuerte en cuanto al agua potable que venimos consumiendo de esa laguna de Islaccocha. Ha escaseado, conjuntamente con la presencia de la lluvia que ya no había, la laguna estaba a punto de desaparecer” afirma Eduardo Espinoza Saccsa, técnico agropecuario de la agencia estatal AgroRural. Refiere que el cambio climático se ha sentido muy fuerte en las últimas dos décadas, sobre todo por parte de los campesinos de las comunidades aledañas. “Poco a poco se están desapareciendo los ojos de agua”.
No obstante, Eduardo considera que actualmente el principal causante del descenso de los recursos hídricos es la cercanía de la mina Cobriza, propiedad de la transnacional norteamericana Doe Run desde fines de los noventa. Asegura que incluso hay galerías subterráneas que toman agua de la laguna para las actividades mineras. Igualmente, culpa a los convoyes de camiones que transportan el mineral de contaminar el ecosistema.
La laguna de Islaccocha, formada por las cada vez más escasas lluvias, alimenta al mismo distrito de Locroja, así como a los distritos de Churcampa, Paucarbamba y San Pedro de Coris. “Pensemos en cuántas comunidades están dentro de esos distritos, son cantidad de comunidades campesinas” refiere Eduardo. “Churcampa es netamente productor agrícola, el cultivo predominante es la papa, el haba. En la parte alta se producen más de quinientas variedades de papas nativas. En la parte intermedia está el trigo, la cebada. Y pastos cultivados, que es la alfalfa, alimentación para ganado vacuno. En la parte baja están los frutales, que ahora se están abocando a la palta. Están viendo los agricultores que es altamente rentable por su exportación”.
“El año pasado hemos tenido la información que las pozas donde va a botar el relave Doe Run que está en Cobriza, el botadero ya ha colapsado. Ahora están ubicando el botadero en el antiguo aeropuerto, a un kilómetro ya se va a establecer. Definitivamente, si lo van a ubicar ahí, será peor. Afectará no solamente a los distritos que estoy mencionando, también al distrito de Ancco, al distrito de El Carmen. Estos seis distritos van a ser afectados. Frente a ello, Churcampa se está organizando porque no lo va a permitir que se instale ese botadero” denuncia.
Sin embargo, también acusa el clientelismo y asistencialismo en el que recurren los funcionarios de la minera y los políticos con las poblaciones campesinas más empobrecidas. Pone de ejemplo las negociaciones que los representantes de Doe Run intentan establecer con la localidad más cercana al futuro depósito de desechos mineros: “A Chonta le están proponiendo darle partidas presupuestales mensuales, como un alquiler por ese botadero. Y Chonta acepta todo eso. Pero la provincia de Churcampa, nos estamos organizando que definitivamente no lo vamos a permitir”. Las autoridades locales y regionales buscan perpetuarse en el poder mediante regalos y demás ofrecimientos populistas. “Solamente dan obras que no comparte directamente con el comunero. Pero cuando das un kilo de azúcar, un kilo de fideo o invitas un par de gaseosas, esa sí es buena autoridad”.
Fotos de Alan B.
Eduardo intenta contrarrestar el cambio climático desde el programa estatal AgroRural, dependiente del Ministerio de Agricultura, antes Pronamachcs (Programa Nacional de Manejo de Cuencas Hidrográficas y Conservación de Suelos). “Venimos trabajando en esta siembra y cosecha de agua con la obra de zanjas de infiltración”. Se esfuerza en organizar y la coordinar con las comunidades campesinas que están más cerca a las cabeceras. Los comuneros dan la mano de obra no calificada a cambio de un pequeño incentivo que AgroRural brinda, consistente en semillas de cultivo, pastos cultivados, sanidad animal, herramientas, etc. “Pero no tenemos suficiente presupuesto en la agencia zonal. Anteriormente sí teníamos fuerte presupuesto para poder ejecutar ese tipo de obras”.
El proyecto de zanjas de infiltración ya se ha experimentado en Cajamarca, en Cusco, en Tarma y en Junín. Ubicadas en la parte más alta de las cabeceras, las zanjas colectan la mayor cantidad de las ocasionales lluvias. En los primeros meses del año, hasta abril, dan origen a nuevos ojos de agua en la parte baja más baja de las micro cuencas.
Las zanjas se abren de forma triangular, con sesenta centímetros de altura y una base de cuarenta centímetros, en intervalos con longitudes entre quince a veinticinco metros. Un factor a favor de la obra es que el suelo de Churcampa es arcillosos, que retiene el agua por más tiempo a diferencia de otros suelos llamados franco arenosos. La meta prevista es tener ochocientos metros lineales de zanjas de infiltración por hectárea. En la zona de micro cuenca llamada Pucuto, en el distrito de El Carmen, cercana a Islaccocha, hay ochenta hectáreas, y hay otras localidades donde ya han implementado doscientas hectáreas.
Eduardo admite que las prácticas asistencialistas de los políticos locales han fijado la idea entre los agricultores que su participación en las obras de aprovechamiento de agua tiene que ser remunerada, pese a que dicha infraestructura mejorará y protegerá la agricultura familiar y comunal contra la futura escasez. Eduardo considera que ofrecerles un pago con dinero en efectivo por construir las zanjas de infiltración incentiva la dependencia de los campesinos hacia los programas sociales, en lugar de empoderarlos como trabajadores de la tierra auto organizados.